sábado, 3 de diciembre de 2022

TOA - 3er Domingo de Adviento - Alegría en el Señor - Mt 11, 2-11

Alegría en el Señor

"¡Sé fuerte, no temas! Aquí está tu Dios ". Es Domingo de Regocijo. Hoy la vela en la corona es rosa, no púrpura como en los otros domingos de Adviento; expresa la alegría por la cercanía del Señor. Algunas personas parecen ser felices por naturaleza; Otras lúgubres. Había un sacerdote que siempre predicaba sermones tristes. Un domingo, su párroco le pidió que predicara sobre San José a quien conocía como un hombre alegre. El domingo siguiente, el sacerdote habló de José, que era carpintero y, por eso, pasó gran parte de su vida haciendo ataúdes.
Nunca pudo ver su alegría de vivir porque él no era alegre.

Tres cosas sobre la felicidad:
Primero: la felicidad debe ser apreciada en este momento. La vida nunca sera mejor después! No cuando nos casemos, tengamos un bebé y luego otro. Siempre habrán frustaciones nuevas. Que los niños no son lo suficientemente mayores y seremos más felices cuando lo sean. Después nos frustramos porque son adolescentes y duros de tratar. Seremos felices cuando dejen esa etapa. Pensamos entonces que nuestra vida será completa cuando nuestro cónyuge actúe a nuestra manera. La verdad es que no hay mejor momento para ser feliz que ahora mismo.
Segundo: "Si eres feliz, que tu rostro sepa". Podría ser más gozosos si al mirarme al espejo me pregunto ¿Es mi rostro el rostro de alguien que ha oído las buenas nuevas del Evangelio, que sabe que Dios me ama incondicionalmente?
Tercero: Nuestra alegría vendrá si intentamos crearla para otros. Si vivo exigiendo que otros me lleven en lugar de tratar de llevarlos; que me alimenten en lugar de alimentarlos; Exigiendo que los demás satisfagan mis necesidades en lugar de tratar de satisfacer las suyas. Si vivo así, la alegría nunca me encontrará, no importa a cuantas fiestas vaya o trato de levantar mi ánimo.


¿Dudaba el Bautista?
¿Por qué el Bautista envió desde su celda de la prisión para preguntarle a Jesús con urgencia: "¿Eres tú el que ha de venir?" ¿No había reconocido Juan a nuestro Señor como Mesías varios meses antes, a orillas del río Jordán, cuando lo proclamó Públicamente como el Cordero de Dios?
¿Acaso ante su muerte casi segura a manos de Herodes, Juan tenía reservas o dudas sobre Jesús?

Algunos dicen que no, que Juan les mandó preguntar para que sus discípulos crean, para que confirmen su fe en Cristo mismo. Otros dicen que si Juan tenía dudas, era por el modo pacífico de su comportamiento, opuesto a la figura del violento revolucionario que los judíos esperaban como su Mesías. La respuesta a su pregunta vino cuando Jesús le dijo que el mensajero de Dios sería: sanador de los enfermos, consolador de los sufrientes, predicador de la libertad y la verdad para los pobres. Con esta respuesta, la fe de Juan en Jesús se hizo más fuerte, le dio fortaleza y coraje para protestar contra Herodes, y aceptar la muerte de un mártir.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, 3er Domingo de Adviento, Ciclo A

Primera lectura: Is 35, 1-6a. 10
Esto dice el Señor: "Regocíjate, yermo sediento.
Que se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios,
que se alegre y dé gritos de júbilo, porque le será dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.

Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes.
Digan a los de corazón apocado: '¡Ánimo! No teman.
He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos'.

Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán.
Saltará como un venado el cojo y la lengua del mudo cantará.
Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo,
coronados de perpetua alegría; 
serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado".
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Salmo Responsorial: Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 (Is 35, 4)
El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
R. Ven, Señor, a salvarnos.

Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
R. Ven, Señor, a salvarnos.

A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente. Reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
R. Ven, Señor, a salvarnos.
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Segunda lectura: Sant 5, 7-10
Hermanos: Sean pacientes hasta la venida del Señor.
Vean cómo el labrador, con la esperanza de los frutos preciosos de la tierra, aguarda pacientemente las lluvias tempraneras y las tardías.
Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca.

No murmuren, hermanos, los unos de los otros, para que el día del juicio no sean condenados.
Miren que el juez ya está a la puerta.
Tomen como ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en nombre del Señor.
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Aclamación antes del Evangelio: Is 61, 1
R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí.
Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 11, 2-11
En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel,
y habiendo oído hablar de las obras de Cristo,
le mandó preguntar por medio de dos discípulos: 
"¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"

Jesús les respondió:
"Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen,
los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio.
Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí".

Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan:
"¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto?
¿Una caña sacudida por el viento? No.
Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? 
No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios.
¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta?
Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta.
Porque de él está escrito:
He aquí que yo envío a mi mensajero
para que vaya delante de ti y te prepare el camino.
Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer
ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo,
el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él".
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