sábado, 25 de marzo de 2023

TOA - 4to. Domingo de Cuaresma, Volvio a ver - Juan 9, 1-41

1Samuel 16, 1b.6-7.10-13ª: David es ungido rey de Israel
Saber quién era enviado por Dios y actuaba según su voluntad es un problema antiguo. Muchos tenían habilidades físicas, astucia, sabiduría o profunda religiosidad y no era fácil saber quién quería liderar solo por poder. En la primera lectura vemos al profeta Samuel, movido por el Espíritu de Dios, buscando un líder para guiar al pueblo y enfrentar a los filisteos. Elige a Saúl, un muchacho de buena familia y de buen aspecto físico. Los hebreos lo apoyan de inmediato, pero muy pronto se convirtió en un tirano insoportable. Sus constantes cambios de conducta atentan contra la seguridad Hebrea, Samuel lo pensó solucionar ungiendo un nuevo rey. La unción profética legitimaba la acción de un nuevo líder ‘salvador’ del pueblo y era común la idea de que el ‘líder salvador’ debía designarlo un profeta reconocido. La unción de los caudillos de Israel se volvió un símbolo de esperanza en un futuro mejor, acorde con los planes de Dios.


Juan 9, 1-41: Fue, se lavó, y volvió con vista
En tiempos de Jesús, el pueblo de Dios de Palestina se preguntó lo mismo: ¿cómo saber si Jesús era ungido del Señor? Jesús conoció a Juan Bautista, retomó su predicación, pero se dudaba de él por su origen humilde, su modo tan diferente de interpretar la ley y su poca conexión con el templo y sus rituales. Por sus prejuicios culturales y sociales, muchos no lo aceptan como un profeta ungido del Señor. La comunidad cristiana proclamó la legitimidad de la misión de Jesús diciendo que solo quien conoce la obra del Nazareno, su gran amor por la vida, su dedicación a los pobres, su predicación del reinado de Dios; lo reconoce como el “ungido”, el “Mesías” (en hebreo), o el “Cristo” (en griego).

Las enfermedades y limitaciones físicas, eran una terrible marca social y religiosa, por eso, las ‘señales y prodigios’ de Jesús entre la gente pobre causaban gran impacto y la envidia de sus opositores. Algunos veían en sus sanaciones la labor de un curandero. Sus discípulos, en cambio, comprendían todo su valor liberador y salvífico, no remediaba solo las limitaciones humanas, sino devolvía toda la dignidad a la persona.
Quien recupera la visión descubre que su problema no era un castigo de Dios por los pecados de sus antepasados, ni una prueba del destino. Pasa de la desesperación a la fe y descubre en Jesús al profeta, al ungido del Señor. El problema no era su limitación visual, sino la terrible carga de desprecio que la cultura le imponía. Jesús lo libera del peso de la marginación social y lo lleva hacia una comunidad que lo aceptan por lo que él es. Lo libra de las etiquetas que los prejuicios sociales le habían impuesto.

Este pasaje del evangelio de gran belleza literaria, relata un drama entre: los vecinos, el ciego limosnero, los fariseos piadosos y cumplidores de la ley, las altas autoridades religiosas judías del tiempo de Jesús, los padres del ciego y el ciego que es el centro. Juan enfatiza la ceguera especial de las autoridades religiosas para admitir el milagro de Jesús. Los más lúcidos resultan los más ciegos. ¿Se parece en algo a nuestras autoridades, a nosotros?

No creen que un simple hombre como Jesús pueda obrar esas maravillas, menos en sábado, día sagrado de descanso obligatorio para los fariseos; y menos aún obrado a un ciego pobretón y limosnero de una de las puertas de la ciudad. Los vecinos, los fariseos, los jefes del templo acosan al ciego que ahora ve. Jesús lo busca y se solidariza con el ex ciego expulsado de la sinagoga.


En este nuevo encuentro con Jesús el ciego “ve plenamente”, no sólo la luz, sino la «gloria» de Dios. Reconoce en él al Hijo de Dios, al enviado definitivo, el Señor digno de ser adorado. Jesús trae un mensaje nuevo, amoroso y justo: enjuicia al mundo y lo pone al revés: los que veían no ven, y los que no veían ven. ¿Y qué es lo que hay que ver? A Jesús. Él es la luz que ilumina.

Es una “confesión de fe”, lleno de gozo y de amor. Jesús ha venido a “abrir un juicio”. Su vida y su testimonio nos emplazan y desafían a mostrarlo en nuestra vida, sin fanatismos ni exclusivismos farisaicos, seguros que la misma manifestación de Dios se da en otros lugares, en otras religiones, a través de tantos otros mediadores, con la misma alegría, el mismo amor y el mismo convencimiento. Jesús devuelve la condición humana al ciego, lo incluye en el nuevo Reino, también lo hace con nosotros cuando lo buscamos, cuando nos dejamos encontrar, cuando queremos verle presente en los demás.


Oración:
Tú, Señor, que nos abres los ojos para que descubramos
la hermosura de la creación y la grandeza de tu amor,
ayúdanos a colaborar contigo para que todas las personas
puedan alegrarse en su vida al ver tu luz.
Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.
Amén
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Lecturas En lenguaje Latinoamericano para el 4º Domingo de Cuaresma, ciclo A

1Samuel 16, 1b.6-7.10-13ª: David es ungido rey de Israel
En aquellos días, el Señor le dijo a Samuel: "Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey." Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: "Seguro, el Señor tiene delante a su ungido." Pero el Señor le dijo: "No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón." Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: "Tampoco a éstos los ha elegido el Señor." Luego preguntó a Jesé: "¿Se acabaron los muchachos?" Jesé respondió: "Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas." Samuel dijo: "Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue." Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Anda, úngelo, porque es éste." Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.


Salmo responsorial 22: "Versión de Nico Montero" - España (Interpreta, Leo Barraza - Lima).


El Señor es mi Pastor, Interpreta: Leo Barraza
Para escuchar, haga click en la imagen
EL Señor es mi pastor, nada me falta: EL Señor es mi pastor.
EL Señor es mi pastor, nada me falta: EL Señor es mi pastor.
En praderas reposa mi alma, en su agua descansa mi sed
EL me guía por senderos justos, por amor, por amor a su nombre.
Aunque pase por valles oscuros, ningún mal, ningún mal temeré,
porque se que EL Señor va conmigo, su cayado sostiene mi fe.
EL Señor es mi pastor, nada me falta: EL Señor es mi pastor.
EL Señor es mi pastor, nada me falta: EL Señor es mi pastor.
TU preparas por una mesa ante mí, frente a aquellos que buscan mi mal;
con aceite me ungiste Señor, y mi copa rebosa de TI.
Gloria a Dios, Padre omnipotente, y su Hijo, Jesús EL Señor
y al Espíritu que habita en el mundo, por los siglos eternos, Amén.
EL Señor es mi pastor, nada me falta: EL Señor es mi pastor.
EL Señor es mi pastor, nada me falta: EL Señor es mi pastor.



Efesios 5, 8-14: Levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz
Hermanos: en otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Pórtense como hijos de la luz, con bondad, con justicia y según la verdad, pues ésos son los frutos de la luz. Busquen lo que agrada al Señor.

No tomen parte en las obras de las tinieblas, donde no hay nada que cosechar; al contrario, denúncienlas. Sólo decir lo que esa gente hace a escondidas da vergüenza; pero al ser denunciado por la luz se vuelve claro, y lo que se ha aclarado llegará incluso a ser luz. Por eso se dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y la luz de Cristo brillará sobre ti.»


Juan 9, 1-41: Fue, se lavó, y volvió con vista
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado." Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo."

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta."

Le replicaron: "desdichado, naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él.

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