domingo, 23 de julio de 2023

TOA - 16vo Domingo - Tiempo para crecer - Mt 13, 24-30

Hubo personas en los tiempos de Nuestro Señor que querían que él separara también lo malo de lo bueno.
Los que reclamaban el terreno moral eran los fariseos que significa "los separados". 
Incluso Juan el Bautista esperaba que Jesús lo hiciera, con solo gente santa a su alrededor.
Juan predijo que Nuestro Señor separaría la paja del trigo. 
Én Mt 3:12, Juan dijo: “Reunirá su trigo en su granero; pero la paja la quemará en un fuego que nunca se apagará ".
Pero, Nuestro Señor no lo hizo. Juntó todo tipo de personas a su alrededor, habían eruditos, ignorantes, buenos, malos, 
recaudadores de impuestos,  prostitutas, etc. Los "santos" decían: ¿Por qué los tiene? ¿Por qué no los elimina?

Todo buen jardinero sabe que el desmalezado puede ser una amenaza para la vida de las plántulas jóvenes. Primero hay que identificar cuál es cuál, por eso, las malezas se dejan hasta que se puedan reconocer las plántulas. Incluso entonces, eliminar la mala hierba puede ser una amenaza  mayor ya que podría cortar el sistema de raíces de las plántulas llevándosela con ella.

Con los seres humanos es aún más arriesgado. "Eliminar" no garantiza el éxito del proyecto, aún así, muchos desarrollan pasión por eliminar. Setenta años después de la solución final de Hitler, la horrenda eliminación de seis millones de judíos en campos de concentración, los serbios intentaron en Bosnia la brutal política de "limpieza étnica", lo hizo la segregación racial en USA o el apartheid en Sudafrica.

Lo hacen hoy los fanáticos judíos con los palestinos. La raza, la religión, el color, el sexo y la política se usa aún para identificar las malas hierbas de la sociedad. El control sobre la naturaleza les da  instrumentos nuevos y siniestros para eliminar, segregar, oprimir, torturar y desaparecer. 

El niño no nacido, la semilla de la vida está amenazado con el aborto. Al final de la vida, se propone la eutanasia como la solución para los viejos, los mutilados, los imperfectos, los incurables y los agobiantes. La eliminación continúa sin remordimientos a lo largo de la vida. El hacha para discapacitados se institucionaliza, los delincuentes son penalizados, los desviados son excluidos y los pobres son excluídos y oprimidos.

La eliminación, es tentación no solo de burocracias sin rostro, lo fue de los apóstoles Santiago y Juan queriendo bajar fuego para acabar con los samaritanos (Lc 9, 51-56). Hoy lo es para muchos de nosotros mismos. Somos agudos detectando indeseables, alborotadores, inadaptados. Muchos santos pudieron ser eliminados por imperfectos. Después de su triple negación, Pedro debió ser separado por fallar la prueba de liderazgo. Podría preguntarse por qué Cristo nunca eliminó a Judas. La iglesia también falló cuando cayó en la intolerancia, condenó, oprimió y mató.
Hoy lo hacen los estados y grupos fanatizados. Como si los anatemas fueran una moda. Los viejos hábitos opresores se resisten a morir.

La parábola de las malezas es muy simple y, sin embargo, muy ignorada. A la pregunta "¿Quieres que vayamos y lo eliminemos?" la respuesta de Jesús es un "no" categórico, porque solo Dios tiene ojos suficientemente exigentes y dedos suaves y gentiles y corazón misericordioso para este trabajo. Eliminar es prerrogativa de Dios. La vida sería mucho mejor para todos, si tan solo se la dejáramos a él.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, XVI Domingo Ordinario - TOA
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Primera lectura: Sab 12, 13. 16-19
No hay más Dios que tú, Señor, que cuidas de todas las cosas.
No hay nadie a quien tengas que rendirle cuentas de la justicia de tus sentencias.
Tu poder es el fundamento de tu justicia,
y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos.

Tú muestras tu fuerza a los que dudan de tu poder soberano
y castigas a quienes, conociéndolo, te desafían.
Siendo tú el dueño de la fuerza,
juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza,
porque tienes el poder y lo usas cuando quieres.

Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano,
y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza,
ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta.
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Salmo Responsorial: Salmo 85, 5-6. 9-10. 15-16a (5a)
Puesto que eres, Señor, bueno y clemente y todo amor con quien tu nombre invoca,
escucha mi oración y a mi súplica da repuesta pronta.
R. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Señor, todos los pueblos vendrán para adorarte y darte gloria,
pues sólo tú eres Dios, y tus obras, Señor, son portentosas.
R. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Dios entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad, lenta a la cólera,
ten compasión de mí, pues clamo a ti, Señor, a toda hora.
R. Tú, Señor, eres bueno y clemente.
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Segunda lectura: Rom 8, 26-27
Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene;
pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.
Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir,
porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.
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Aclamación antes del Evangelio: Cfr Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 13, 24-43
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre:
“El Reino de los cielos 
se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 
pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. 
Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga,
apareció también la cizaña.
Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: 
‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? 
¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ 
El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. 
Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ 
Pero él les contestó: 
‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. 
Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha 
y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: 
Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, 
y luego almacenen el trigo en mi granero’ ”.

Luego les propuso esta otra parábola:
“El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto.
Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas
y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas”.

Les dijo también otra parábola:
“El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer 
y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”.

Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía,
para que se cumpliera lo que dijo el profeta:
Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Luego despidió a la multitud y se fue a su casa.
Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.

Jesús les contestó:
“El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, 
la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, 
el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, 
y los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: 
el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino
a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido.
Allí será el llanto y la desesperación.
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga’’.
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O bien: Mt 13, 24-30
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En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre:
“El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 
pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó.
Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: 
‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ 
El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. 
Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’
Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. 
Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: 
Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; 
y luego almacenen el trigo en mi granero’ ”.
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