domingo, 23 de julio de 2023

TOA - 18vo. Domingo - Hambre de Dios y de Pan - Mt 14, 13-21

Ayer como hoy las multitudes pobres no tienen nada para comer. 
Ayer como hoy, nuestro Señor Jesucristo sabe que la gente tiene otra hambre diferente a la del estómago. 
Mucha gente siguió a Jesús, escuchando cada palabra que decía, y en ninguna de los relatos dice que se quejaban porque no tenían comida para el cuerpo. Son los apóstoles quienes expresan esta preocupación, lo hacen en nombre de la gente. 

Ayer como hoy, Jesús mira a la multitud y siente pena. porque no tienen nada para comer. Las hambrunas en el mundo de hoy son tantas que parece no haber suficiente comida para el pobre. No es comida la que precisa la gente sino justicia y caridad que garantice una mejor distribución de la riqueza.

Jesús le pide a los apóstoles que alimenten a las personas, 
¡imposible! le responden. 
Pero Jesús les enseñó a ellos antes y a nosotros hoy, una lección básica:
“Lo que sea que tengas es suficiente. Dámelo y yo haré el resto. 
En Cana, todo lo que tenían era agua, y era eso  todo lo que necesitaba; Él haría el resto.
Cuando los apóstoles dice: "Solo tenemos unos cuantos panes y algunos peces, pero ¿qué es eso entre tantos?" se ven tentados de regresar los panes y los peces en la bolsa, pero Jesús les dice "dénmelos".

Hay poder en las acciones de Jesús cuando él ora. Se obra la misericordia y comienza a distribuir pan. Antes de llamar a Lázaro desde la tumba, Jesús oró con los ojos hacia el cielo y dijo: "Gracias, padre, porque me has escuchado". Fue su contacto constante con el Padre lo que inspiró sus acciones. 

En su bautismo en el Jordán había escuchado la voz del Padre que decía: "Este es mi hijo amado, en quien estoy muy complacido". Vivió constantemente con la aprobación del Padre, incluso cuando todos los demás lo rechazaron. ¡Qué lección es esta para todos nosotros!

Al enviar más tarde a sus apóstoles les pide que alimenten a los hambrientos. Jesús vino "a hacer y enseñar". Él mismo alimentó a los hambrientos y luego envía a sus discípulos a hacer lo mismo.

Es un escándalo que una parte tan grande del mundo de hoy esté compuesta de personas hambrientas. La mayoría de nosotros tenemos más de lo que necesitamos de dinero, ropa, comida, etc. Es posible que no tengamos tanto como queremos, pero tenemos más de lo que necesitamos. Aquí hay una lucha y hay una tensión de la que no se puede escapar. Hoy resuenan en nuestros oídos las palabras de Jesús "lo poco o mucho que hagas será cómo si lo hicieras conmigo". Mis decisiones como Cristiano me confrontan con esas palabras de Jesús. El cristianismo es mucho más que solo rezar, es sobre todo un llamado a la acción, a hacer lo que Jesús haría. No puedo leer el evangelio de hoy y permanecer indiferente o distante frente a las necesidades del pobre.

"Es dando cuando recibimos lo mejor, es donándonos cuando nos salvamos". La felicidad cristiana se alcanza cuando entregamos nuestras vidas, lo que somos y tenemos por el otro, entonces descubrimos que no estamos perdidos. Nunca sabré el verdadero alcance de esa felicidad hasta que intente donarme. Debemos ir más allá de la admiración de los santos y estar dispuestos a imitar y seguir su ejemplo. El cristianismo se trata de dar testimonio, y en el testimonio está la invitación a "ir y hacer lo mismo". 

Lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia. Si Dios es amor y yo soy indiferente, entonces debo examinar seriamente dónde está Dios en mi vida. Esta es una pregunta fundamental y básica que debe formularse y debe responderse.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOA - Domingo XVIII
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Primera lectura: Is 55, 1-3
Esto dice el Señor: “Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua;
y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman;
tomen vino y leche sin pagar.

¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta?

Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos.
Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes una alianza perpetua,
cumpliré las promesas que hice a David’’.
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Salmo Responsorial: Salmo 144, 8-9. 15-16. 17-18 (16)
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas. 
R. Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores.

A ti, Señor, sus ojos vuelven todos
y tú los alimentas a su tiempo.
Abres, Señor, tus manos generosas
y cuantos viven quedan satisfechos. 
R. Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores.

Siempre es justo el Señor en sus designios
y están llenas de amor todas sus obras.
No está lejos de aquellos que lo buscan;
muy cerca está el Señor, de quien lo invoca. 
R. Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores.
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Segunda lectura: Rom 8, 35. 37-39
Hermanos: ¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo?
¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre?
¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?

Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado;
pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios,
ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo,
ni creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre,
sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, 
subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. 
Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. 
Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.

Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: 
“Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. 
Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. 
Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Él les dijo: “Tráiganmelos”.

Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. 
Tomó los cinco panes y los dos pescados, 
y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes 
y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. 
Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. 
Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
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