domingo, 9 de abril de 2023

TOA - Domingo de pascua - Un misterio más allá Palabras - Juan 20, 1-9

Hechos de los Apóstoles 10, 34-43: Nosotros hemos comido y bebido con él después de su resurrección
Salmo responsorial: 117: R./ Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Colosenses 3, 1-4: Busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo
Juan 20, 1-9: El había de resucitar de entre los muertos.
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El evangelio de Juan muestra a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús cuando “Todavía estaba oscuro”. Es preciso subrayar este detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. ella todavía permanece a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Cuando María Magdalena llega y halla vacía la tumba, entre asustada y emocionada corre presurosa hacia los apóstoles para contarles su sorprendente noticia. San Juan es el único relato donde los apóstoles se involucran directamente constatando que la tumba estaba vacía, y donde ni Jesús ni los ángeles están allí para orientarles sobre el significado de ese hecho.

El Discípulo Amado vio junto con Pedro los paños fúnebres dentro de la tumba, y él de inmediato se dio cuenta de lo que esto significaba: ¡Jesús había resucitado de entre los muertos!

Recordemos nuestra reacción al contemplar por primera vez un paisaje tan maravilloso que nos deja sin aliento: Nos emocionamos profundamente, sacamos cámara, y la usamos como queriendo captar la visión, la belleza, las emociones y la maravilla de esa experiencia. 

Pero al tratar de explicar a los amigos y amigas esa experiencia, incluso con las fotos, nos damos cuenta que es inútil, no podemos hacer que sientan la misma emoción. 

Entonces entendemos que cada experiencia de fe es única, ellos deben ver por sí mismos lo que vi, para que tengan una verdadera comprensión o apreciación sobre lo que les hablé. 
Por eso, es importante “estar” con la comunidad celebrando y renovando nuestra fe. 

Foto cortesía de BGC Photography
Para aquellos que no quieren entender, no hay palabras posibles que los convenzan, y para los que sí entienden, las palabras no son necesarias. 

Esa es la sensación nos produce la lectura del relato de la resurrección. Habla de un hecho profundamente misterioso. No somos capaces de captar el verdadero impacto que tuvo en los corazones de los seguidores de Jesús, ese primer día de Pascua. 

Los discípulos redescubrieron en Jesús el rostro de Dios y comprendieron que Jesús era el Hijo, el Señor, la Verdad, el Camino, la Vida, el Alfa, la Omega. 

La muerte no tenía poder sobre él. Había resucitado, estaba vivo. Y no podían sino confesarlo y "seguirlo", "persiguiendo su Causa", obedeciendo a Dios antes que a los hombres, aunque costase la muerte. Recordemos que este evangelio, verdadera gran noticia, es atemporal y así sigue siéndolo aquí y ahora. 

Foto Cortesía de Holy Family Parish, Labasa, Fiji Islands
En un sentido real, me siento reflejado por cada persona en esa historia, y debería tratar de meterme en la historia según lo narra San Juan hoy. ¿Soy como Magdalena, que anunció a los demás la noticia de la resurrección? O como los apóstoles que respondieron de inmediato corriendo hacia la tumba para ver por sí mismos. Como yo, tal vez no estás muy seguro de cuando escuchaste por primera vez acerca de la resurrección de Jesús, quizá lo mismo que yo, fue muchos años después, cuando lo experimentaste personalmente. Quizá como a mí, te vino en momentos de oscuridad y desolación, cuando clamaba a Dios por ayuda. Todos tenemos nuestros momentos que clamamos: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Pero Dios no se olvida ni nos abandona, y la hora más oscura es justo antes del amanecer.

La mañana de Pascua la piedra estaba removida de la boca de la tumba. ¿Siento mi corazón como una tumba esperando una resurrección? ¿Identifico algo parecido a una piedra que me impide disfrutar la vida a plenitud? De repente es una adicción, una compulsión, un resentimiento o algún secreto oculto y oscuro que nunca he compartido con nadie. De repente estamos tan enfermos como nuestros secretos.

 El Papa Francisco bien lo dice, "Estamos llamados a ser personas de esperanza gozosa, no profetas del fin del mundo!” Gracias a la resurrección de Jesús, todos podemos tener alegría y esperanza, y salir a compartirlo con todo el mundo.

Creer en la resurrección era para ellos la afirmación contundente de la validez suprema de la Causa de Jesús, por la que es necesario vivir y luchar hasta dar la vida. Creer en la resurrección de Jesús es creer que su palabra, su proyecto, su Causa y su Reino expresan el valor fundamental de nuestra vida. Lo importante no es creer en Jesús, sino creer como Jesús. No es tener fe en Jesús, sino tener la fe de Jesús: su actitud ante la historia, su opción por los pobres, su propuesta, su lucha decidida, su Causa...

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la negación del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

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Domingo de Pascua - La Resurrección del Señor - Misa del día
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Primera lectura: Hch 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
“Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea,
después del bautismo predicado por Juan:
cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret,
y cómo éste pasó haciendo el bien,
sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén.
Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo,
no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido:
a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos.

Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio
de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos.
El testimonio de los profetas es unánime:
que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados”.
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Salmo Responsorial: Salmo 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 (24)

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel:
“Su misericordia es eterna”.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. ¡Aleluya!

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestro orgullo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. ¡Aleluya!

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. ¡Aleluya!
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 Segunda Lectura: Col 3, 1-4
Hermanos: Puesto que han resucitado con Cristo,
busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios.
Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra,
porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes,
entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él.


O bien:
  1 Cor 5, 6b-8
Hermanos: ¿No saben ustedes que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?
Tiren la antigua levadura, para que sean ustedes una masa nueva,
ya que son pan sin levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.

Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura,
que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad.
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Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.

“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?”
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la gloria de la Pascua”.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
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Aclamación antes del Evangelio: 1 Cor 5, 7b-8a
R. Aleluya, aleluya.
Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 20, 1-9
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro,
fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba.
Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba,
y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro.
Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro
y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro.
Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús,
 puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó,
 porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras,
según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. 

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Oración

Dios eterno y bueno, nuestra fuente de origen y meta final, 
Llénanos de gozo en estas fiestas anuales de Pascua.

Renuévanos con tu palabra para sentir siempre
la gran alegría experimentada en la comunidad,
danos la energía y fuerza para ser 
mejores testigos y anunciadores de tu cariño por todos.

Ayúdanos a trabajar siempre 
para vencer a la muerte y hacer crecer la Vida, 
hasta que la experimentemos en su consumación plena. 
Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro. 

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