martes, 18 de abril de 2023

TOA - 3er Domingo de Pascua, Un evangelio dentro del evangelio - Lucas 24,13-35


La historia de Emaús es como un evangelio dentro del evangelio.
Tiene mucho de lo que es fundamental para todo el mensaje cristiano que se utiliza a menudo como un resumen de lo que la vida cristiana se trata. Para estos dos discípulos en el camino de regreso a casa, todo había terminado. Durante los recientes años que les tocó vivir siguiendo a Jesús, sus vidas habían sido emocionantes, y ahora se sentían solo a la mitad de todo.

No sería justo culparlos de su desánimo y abatimiento porque en realidad no habían podido captar mucho de lo que Jesús había dicho cuando estuvo físicamente con ellos. Deberíamos simpatizar con ellos, porque también nosotros en gran parte olvidamos lo aprendido de Jesús o podemos haber dejado de tomar en serio las promesas del Señor. Él prometió que iba a estar allí a la vera del camino para nosotros, que nunca nos abandonaría en la tormenta, que iba a caminar cada paso del camino con nosotros, y que nos llevaría con seguridad a través del desierto y el Mar Rojo de la muerte hacia la Tierra Prometida del Padre.

En este encuentro con los dos discípulos de Emaús es que Jesús usó las Escrituras como su herramienta para iluminarlos. La Escritura es la palabra de Dios. Contiene las promesas del Señor, nos revela el corazón de Dios y nos pone en contacto con lo mucho que nos ama. Las palabras de la Escritura no son en absoluto como las palabras en nuestra vida diaria. La palabra de Dios tiene el poder como el de una corriente eléctrica inspirada y dirigida por Espíritu de Dios. 

A través de la palabra de Dios nos viene el poder para responder a ella y de ponerla en práctica. En el pasado, por varias razones, el estudio de las Escrituras no se acentuó ni apreció en los círculos católicos; se la veía más como una cosa de protestantes y su interpretación adecuada no era algo que se podia confiar a los laicos ordinarios. Gracias al Espíritu de Dios, esa tendencia se está revertiendo y es a la inversa. Esto es necesario como parte importante de todo el proceso de renovación de la iglesia.

En la narración de Emaús, es significativo que los discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan. La fracción del pan entre amigos era un símbolo viviente de amistad y de pertenencia. ¿Qué había de especial en la forma en que Jesús partió el pan? Solo podemos aventurar una respuesta. Pudo haber sido el ambiente que flotaba del recuerdo de la donación de sí mismo el que les reveló quién era en realidad. Hubo un nivel de sinceridad, de entrega, de compartir, de lo sagrado que debe de haber sido único en Jesús. Esa forma de hacerlo debe haber sido algo que ellos ya habían experimentado en ocasiones anteriores. Este algo único tocó sus hambres más profundos, y el alimento ofrecido ya no era sólo una cosa física. Fue una comida que les obligaba a abrir sus bocas pero más que nada sus corazones para recibirlo.

La vida pues, es un viaje compuesto por muchos viajes. Es un maravilloso don del Espíritu de Dios el tener la sensación de estar acompañado en el viaje, de estar guiado por el Espíritu, de tener un sentido de dirección en la vida, de saber que lo vamos a encontrar a la vera del camino. La historia de Emaús nos ofrece un modelo a buscar y seguir para inspirer nuestra vida, nos ofrece un modelo de vida para el discípulo cristiano: si hacemos el viaje con los demás, compartiendo sus vidas, sus dificultades y gozos y nuestra fe en Cristo, él estará con nosotros y abrirá nuestras mentes a la verdad, del mismo modo que lo hizo con sus discípulos de Emaús. Si nos detenemos, guardamos silencio y lo escuchamos nos llevará a una comprensión más profunda. Hoy más que nunca es actual su promesa sigue: "Yo estoy con ustedes, siempre!" Todo esto sólo sera posible cuando personalmente diga ¡Si! Cuando abra mi mi corazón a los demás y a través de ellos quiera sentir la presencia y compañía del Señor. El dicho "Nunca caminarás solo cuando caminas con Dios" es una verdad importante. 

El verdadero pecado del cristiano no es tener esperanza. Hay que estar seguros que gracias a Jesús ya tenemos la victoria. Somos un pueblo levantado, un pueblo de poder, y un pueblo al que Jesús ha confiado toda la autoridad sobre todo el poder del maligno. Yo personalmente debo tomar posesión de lo que Jesús me ofrece y hace posible para mí. Una vez y otra vez y otra vez estoy invitado a repetir mi propio sí. El único sí que le interesa a Dios es mi sí personal. 
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Lecturas en lenguaje Latinoamericano - Tercer Domingo de Pascua, Ciclo A

Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33:
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio 

 El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: "Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchen mis palabras y entérense bien de lo que pasa. Escúchenme, israelitas: Les hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocen. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, se lo entregaron, y ustedes, por mano de paganos, lo mataron en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." 

Hermanos, permítanme hablarles con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron,
y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy.
Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo;
cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción",
hablaba previendo la resurrección del Mesías.
Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos.
Ahora, exaltado por la diestra de Dios,
ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que están viendo y oyendo." 
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Salmo responsorial: 15:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; 
yo digo al Señor: "Tú eres mi bien."
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte esta en tu mano.
R./ Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

 Bendeciré al Señor, que me aconseja, 
hasta de noche me instruye internamente. 
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
R./ Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

 Por eso se me alegra el corazón, 
se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. 
Porque no me entregarás a la muerte, 
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
R./ Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 

 Me enseñarás el sendero de la vida, 
me saciarás de gozo en tu presencia, 
de alegría perpetua a tu derecha. 
R./ Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 
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1Pedro 1, 17-21: Los rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto 
Queridos hermanos: Si llaman Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomen en serio su proceder en esta vida. Ya saben con qué los rescataron de ese proceder inútil recibido de sus padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo ustedes creen en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así han puesto en Dios su fe y su esperanza. 
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Lucas 24,13-35: Lo reconocieron al partir el pan 
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. 

Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replico: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les pregunto: "¿Qué?" 

Ellos le contestaron: "Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. 

Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron." 

Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. 

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

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