Volviendo a ser como niños
“Pon tu mano en la mano del hombre de Galilea” era el
estribillo de una canción popular de los años 70 (Put your hand in the hand.
De Gene MacLellan, 1971- la hizo popular el grupo “Ocean” con su entonces
cantante Janice Morgan) y era cantada en muchos grupos parroquiales
católicos.
Poner la mano en la de otra persona es un gesto de
intimidad, muy común entre los niños con sus padres. A un padre o una madre
amorosos, un hijo le dará la mano sin cuestionar, con total confianza.
Sosteniendo la mano de su padre, no hay ningún lugar donde el niño no se
aventure.
No sólo está dispuesto a ser conducido, sino que quiere positivamente
que lo lleven a alguna parte.
En algún momento del proceso de crecimiento, superamos
nuestra dependencia de nuestros padres
y, habiendo perdido la necesidad de su
guía, incluso Dios puede volverse remoto para nosotros.
Solo los que son niños de corazón entienden
completamente lo que Jesús nos dice acerca de Dios:
que Dios se revela a sí
mismo a los que son “simples como los niños”.
Crecer significa dejar de ser dependiente. Pero a veces cambiamos la dependencia de un niño con las personas por la dependencia de un
adulto de las cosas,
como el dinero, el alcohol, el éxito y la influencia.
Pero estos accesorios son notoriamente volubles y el mundo de los adultos a
menudo está plagado de estrés y ansiedad.
Nuestros apoyos pueden proporcionar
un alivio temporal,
pero aún pueden dejarnos, como dice Jesús, "trabajando
y agobiados"; trabajando bajo ilusiones de grandeza y abrumados por
objetivos poco realistas.
La carga más pesada que debemos llevar es la de
nuestras propias ambiciones insatisfechas,
la carga de nuestros egos magullados.
Sólo un retorno a la humildad puede restaurar nuestra
inocencia perdida y nuestro paraíso perdido,
esa honesta humildad que acepta
nuestra condición de criaturas, nuestra condición de hijos ante Dios.
Para
gozar de la paz de Cristo debemos “poner nuestra mano en la mano del galileo”,
que nos guía en el camino de la vida y nos ayuda a encontrar el camino a casa.
“Vengan a mí”, nos dice, “todos los que están trabajados y cargados, y yo los haré
descansar”.
A pesar de todos nuestros problemas, confiamos en él cuando dice,
mi yugo es fácil y mi carga ligera.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano - TOA - XIV Domingo Ordinario
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Primera lectura: Zac
9, 9-10
Esto dice el
Señor: “Alégrate sobremanera, hija de Sión;
da gritos de júbilo, hija de Jerusalén;
mira a tu rey que viene a ti, justo y victorioso,
humilde y montado en un burrito.
Él hará desaparecer de la
tierra de Efraín los carros de guerra,
y de Jerusalén, los caballos de combate.
Romperá el arco del guerrero y anunciará la paz a las naciones.
Su poder se extenderá de mar a mar
y desde el gran río hasta los últimos rincones de la tierra’’.
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Salmo
Responsorial: Salmo 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14 (1)
Dios
y rey mío, yo te alabaré,
bendeciré tu nombre siempre y para siempre.
Un día tras otro bendeciré tu nombre
y no cesará mi boca de alabarte.
R. Acuérdate, Señor, de
tu misericordia.
El Señor es compasivo y
misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas.
R. Acuérdate, Señor, de
tu misericordia.
El
Señor es siempre fiel a sus palabras,
y lleno de bondad en sus acciones.
Da su apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia.
R. Acuérdate, Señor, de
tu misericordia.
Que
te alaben, Señor, todas tus obras,
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Acuérdate, Señor, de
tu misericordia.
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Segunda lectura: Rom 8,
9. 11-13
Hermanos: Ustedes no viven
conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu, puesto que
el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús
de entre los muertos habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús
de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de
su Espíritu, que habita en ustedes.
Por lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del
hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes
viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la
ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.
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Aclamación antes del
Evangelio: Cfr Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 11,
25-30
En aquel tiempo, Jesús
exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente
sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas
las cosas en mis manos.
Nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al
Padre
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que
están
fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio.
Tomen mi yugo
sobre ustedes y aprendan de mí,
que soy manso y humilde de corazón, y
encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera’’.
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