sábado, 26 de agosto de 2023

TOA - 21vo Domingo - Pastor y Roca - Mt 16, 13-20

“Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia ... te daré el  llaves del reino de los cielos".  Estas palabras son para los católicos la base del papado. El obispo de Roma es el sucesor de Pedro y el principal portavoz de la fe viva de la iglesia y custodio de las llaves del poder espiritual.

 Los cristianos no católicos de las iglesias protestantes, no aceptan que pueda haber sucesión al cargo que ocupaba San Pedro. Según ellos, “jurisdicción apostólica” o “el poder de las llaves”, no está en armonía con el mensaje del Evangelio. Por eso, este Evangelio merece mucha atención por lo que dice sobre la fe, la iluminación y el liderazgo, y la guía para nuestras propias vidas.

 La respuesta a la pregunta de Jesús: "¿Quién dices que soy?", ayer como hoy es personal e intransferible. La hermosa frase que aclama Pedro: "Hijo del Dios vivo", expresa ricamente lo que significa "Cristo".  

La fe adoradora de Pedro es un regalo de arriba, no una bendición y no mera lógica o ingenio, porque su espíritu humilde y contrito lo preparó mejor para recibirlo. Dios elige a quien quiere, independientemente de sus méritos y es a este Pedro a quien Jesús confía todo lo que se entiende por las llaves del Reino de los Cielos.  En su fe sólida y dedicada, la Iglesia siempre se apoyará para la unidad y el aliento.  Las llaves son principalmente para abrir;  muchas puertas se cierran solas.  Podríamos reflexionar más sobre la tarea de Pedro, como se ve en otros pasajes del Evangelio (Mat. 14: 28ss; 17: 24ss; Lc. 22:32; Jn. 21: 15-17), y en los Hechos (1: 1 5ss,  2:14 y sig.; 3: 1 y sig.).

  Pedro es designado para "alimentar los corderos y las ovejas" de Cristo, "confirmar a sus hermanos" y dar la bienvenida a los conversos paganos en la Iglesia, pero también retrata la debilidad de la fe, la autoconfianza precipitada y la eventual negación. Ésto sólo subraya la grandeza de su conversión, cuando con una nueva actitud humilde, valiente y clara se vuelve y le dice a Jesús: "Tú sabes que te amo".  La tarea no es de dominio severo, o de organización eficiente de la Iglesia de Cristo.  Pastor y penitente a la vez, convertido y apoyo de otros pecadores convertidos, guía a los fieles con el testimonio y el ejemplo.  Esta comprensión pastoral de la autoridad encuentra un hermoso eco en la primera carta  de Pedro.  

A los ancianos o líderes se les pide que “cuiden especialmente el rebaño de Dios, no dominando a los que están a su cargo, sino siendo ejemplos para el rebaño” (1 Pe 5, 1-5).  En Hechos 2, 42 y sig. y 4, 32 y sig. vemos que así cuidó Pedro la iglesia primitiva al compartir su profunda fe en Cristo, el Señor Resucitado. Los mantuvo unidos en una comunidad de amor mutuo y en fiel obediencia al Evangelio.

 ¿Cómo puede llevar a cabo esta obra de enseñar, animar y unir a tantos millones de creyentes bautizados la Iglesia de hoy, liderada y unida bajo Francisco y esparcida por todos los continentes?  Jesús permanece en el centro, como el Cristo, Hijo del Dios viviente, y continúa siendo la verdadera Roca de la Iglesia. Hoy, tanto como en tiempo de San Pedro, necesitamos el ministerio de los apóstoles fieles, confiados por Cristo para edificar a su pueblo, dar testimonio de la fe y liderar el amor cristiano.  

El Papa, los obispos, los sacerdotes y otros ministerios son para servir. Debemos mostrar a nuestros pastores tanto nuestro aprecio como nuestras leales críticas; rezar por ellos, por su valentía y perseverancia.  Hoy recordamos particularmente al actual sucesor de Pedro, nuestro Papa;  para que Dios lo establezca en fe y sabiduría;  para que, siendo fuerte en sí mismo, confirme a los hermanos;  y que, como Pastor Principal, nos ayude en nuestro camino hacia el Reino.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, 21vo Domingo Ordinario
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Primera lectura: Is 22, 19-23
Esto dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio:
“Te echaré de tu puesto y te destituiré de tu cargo.
Aquel mismo día llamaré a mi siervo, a Eleacín, el hijo de Elcías;
le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda y le traspasaré tus poderes.

Será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.
Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro.
Lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá.
Lo fijaré como un clavo en muro firme y será un trono de gloria para la casa de su padre’’.
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Salmo Responsorial: Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc (8bc)
De todo corazón te damos gracias, Señor,
porque escuchaste nuestros ruegos.
Te cantaremos delante de tus ángeles, 
te adoraremos en tu templo.
R. Señor, tu amor perdura eternamente.

Señor, te demos gracias por tu lealtad y por tu amor;
siempre que te invocamos,
nos oíste y nos llenaste de valor.
R. Señor, tu amor perdura eternamente.

Se complace el Señor en los humildes y rechaza el engreído.
Señor, tu amor perdura eternamente; 
obra tuya soy, no me abandones
R. Señor, tu amor perdura eternamente.
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Segunda lectura: Rom 11, 33-36
¡Qué inmensa y rica es la sabiduría y la ciencia de Dios! 
¡Qué impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos! 
¿Quién ha conocido jamás el pensamiento del Señor o ha llegado a ser su consejero? 
¿Quién ha podido darle algo primero, para que Dios se lo tenga que pagar? 
En efecto, todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por él y todo está orientado hacia él. 
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 16, 18
R.
Aleluya, aleluya.
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella, dice el Señor.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 16, 13-20
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, 
hizo esta pregunta a sus discípulos: 
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” 

Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan, el Bautista; 
otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” 
Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: 
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, 
porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, 
sino mi Padre, que está en los cielos! 

Y yo te digo a ti que tú eres Pedro 
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. 

Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. 
Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; 
todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo,
y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
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Nota: 1 Pe, 5, 1-5
A los responsables A los ancianos que están entre ustedes les ruego como colega,
testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que se ha de revelar:
apacienten el rebaño de Dios que les han confiado, cuidando de él no a la fuerza,
sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino generosamente;
no como tiranos de los que les han asignado, sino como modelos del rebaño. 

Así, cuando se revele el Pastor supremo, recibirán la corona eterna de la gloria.
Lo mismo ustedes, jóvenes, sométanse a los ancianos.
Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás,
porque Dios resiste a los soberbios y otorga su favor a los humildes.
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