domingo, 25 de junio de 2023

TOA - 12vo Domingo - Que no te paralice el Miedo - Mt. 10, 26-33

En la Primera Lectura,
Jeremías lamenta sus dificultades como profeta.
En la segunda lectura, pablo testimonia que
"
el don de Dios supera con mucho al delito".
En el Evangelio, 
Jesús les pide a sus discípulos ser valientes al promover su fe.

Por el Bautismo, todos los miembros del Pueblo de Dios
somos potencialmente proféticos 
y debemos desempeñar
nuestro rol para transmitir la verdad sobre Dios.

En cierto modo, todos somos sucesores de Jeremías y de los apóstoles cuyo trabajo era compartir el mensaje de Cristo
con el mundo, aunque no todos  hagamos del mismo modo
el trabajo
de ser portavoces de Dios.

Los obispos y los sacerdotes tienen el deber oficial de alentar y enseñar a los fieles.
Su tarea difícil pero que vale la pena es transmitir fielmente la enseñanza de Cristo
y corregir los errores que amenazan la integridad
de la doctrina cristiana tradicional o las normas éticas.

Al igual que Jeremías y otros profetas del Antiguo Testamento, recuerdan a su pueblo
la voluntad revelada de Dios y los altos estándares morales que Dios nos pide.
Y, como los profetas, los sacerdotes a menudo pueden esperar críticas y oposición,
solo por hacer su trabajo.

Los teólogos también tienen un trabajo importante en la Iglesia al estudiar en profundidad
la verdad revelada y luego combinar esa enseñanza tradicional 
con el conocimiento moderno,
para aplicar honestamente el mensaje cristiano a nuevos problemas.

Para ayudarlos en este trabajo desalentador, tienen la luz del mismo Espíritu Santo
que guió a los profetas de la antigüedad, siempre que investiguen
no como maestros sino como servidores de la Palabra de Dios.

Pero no solo los sacerdotes y los teólogos tienen el papel profético hacia el pueblo de Dios.
El Concilio Vaticano II enseñó que todo cristiano debe dar un testimonio vivo de Cristo,
al menos viviendo una vida de fe y caridad y uniéndose a la adoración y la oración.

Este no es un asunto tan fácil. El espíritu de la sociedad actual, con su consumismo galopante,
y el miedo a la religión de muchos medios de comunicación 
no siempre fomentan
actitudes valerosas, ni alientan estándares morales sólidos que generen y promuevan 
valientes promotores de la verdad de Dios.

En la mayoría de los países de hoy,
los cristianos no son perseguidos por mostrar fe en Cristo y su Evangelio,
pero cuando él o ella viva de acuerdo con esta enseñanza,
nadarán contra la corriente de una cultura materialista 
y no encontrarán las cosas fáciles.
Jesús advierte que ser cristiano costará sacrificio y sufrimiento.

Estamos obligados a enfrentar la oposición de un mundo
que no se somete con gusto a la palabra de Dios, 
que hace tantas demandas a la naturaleza humana.
Pero también hay una verdadera satisfacción al defender la verdad de las cosas.
En el centro de sus almas, las personas proféticas tienen la felicidad de trabajar con el Señor,
quien es la verdad suprema de quien todos dependemos.

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano – TOA – XII semana
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Primera lectura: Jer 20, 10-13

En aquel tiempo, dijo Jeremías: "Yo oía el cuchicheo de la gente que decía:
'Denunciemos a Jeremías, denunciemos al profeta del terror'.
Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos,
esperaban que tropezara y me cayera, diciendo:
'Si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él'.

Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado;
por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo;
quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable.

Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo
y conoces lo más profundo de los corazones,
haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. 

Canten y alaben al Señor, porque él ha salvado la vida de su pobre
de la mano de los malvados".

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Salmo Responsorial: Salmo 68, 8-10. 14 y 17. 33-35 (14c) 

Por ti he sufrido oprobios
y la vergüenza cubre mi semblante.
Extraño soy y advenedizo,
aun para aquellos de mi propia sangre;
pues me devora el celo de tu casa,
el odio del que te odia, en mí recae.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.

A ti, Señor, elevo mi plegaria,
ven en mi ayuda pronto;
escúchame conforme a tu clemencia,
Dios fiel en el socorro.
Escúchame, Señor, pues eres bueno
y en tu ternura vuelve a mí tus ojos.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno. 

Se alegrarán, al verlo, los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre
ni olvida al que se encuentra encadenado.
Que lo alaben por esto cielo y tierra,
el mar y cuanto en él habita.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
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 Segunda lectura: Rom 5, 12-15

Hermanos: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte,
así la muerte paso a todos los hombres, porque todos pecaron.

 Antes de la ley de Moisés ya existía el pecado en el mundo
y, si bien es cierto que el pecado no se castiga cuando no hay ley, sin embargo,
la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquéllos que no pecaron como pecó Adán,
cuando desobedeció un mandato directo de Dios.
Por lo demás, Adán era figura de Cristo, el que había de venir.

 Ahora bien, el don de Dios supera con mucho al delito.
Pues si por el pecado de uno solo hombre todos fueron castigados con la muerte,
por el don de un solo hombre, Jesucristo,
se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 15, 26b. 27a

R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor,
y también ustedes serán mis testigos.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 10, 26-33

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles:
"No teman a los hombres.
No hay nada oculto que no llegue a descubrirse;
no hay nada secreto que no llegue a saberse.
Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día,
y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.

No tengan miedo a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma.
Teman, más bien, a quien puede arrojar
al lugar de castigo el alma y el cuerpo.

 ¿No es verdad que se venden
dos pajarillos por una moneda?
Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre.
En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengan miedo,
porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.

 A quien me reconozca delante de los hombres,
yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos;
pero al que me niegue delante de los hombres,
yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos".

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viernes, 16 de junio de 2023

TOA - XI Domingo Ordinario - Confiar en el Señor - Mt 9, 36—10, 8

En las lecturas de hoy, vemos el tema de la confianza.
La aprende a desarrollar los israelitas
en el desierto del Sinaí después del Éxodo.
Moisés transmite la palabra de Yahvé al pueblo,
un mensaje del cuidado amoroso de Dios
expresado bajo la imagen de un gran pájaro, un águila,
que acaba de sacar a Israel
de la esclavitud de Egipto hacia la libertad.
Para los israelitas, “el sol con alas” será un símbolo
del cuidado especial de Yahvé por su pueblo.

“Bajo la sombra de tus alas, protégenos, oh Señor”,
es un grito a Yahvé que aparece en los Salmos cinco veces en total.

El salmo refleja la esperanza del Pueblo de Dios.
La imagen es más clara en el profeta Malaquías:
“El sol de justicia brillará con sanidad en sus alas.
El Éxodo, la liberación, la salvación, ha llegado a Israel
por la misericordia de Yahvé que ha tomado la iniciativa en esta obra de gracia.

Para los cristianos, la muerte y resurrección de Cristo son el Nuevo Éxodo
por el que llegan a los hombres la liberación y la salvación.
“Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.
Ciertamente podemos contar con ser salvos por la vida de su Hijo.”

La reconciliación trae confianza gozosa en Dios a través de Cristo.

Nuestra confianza en Dios se basa en su amor por nosotros.
Él murió por nosotros, incluso cuando éramos pecadores e indignos de su amor.

Para los padres, el amor continúa aún cuando los hijos
hayan tenido errores menores, o incluso mayores
o vivan una conducta incorrecta. 
Los hijos deben estar seguros de que sus padres los aman,
no tanto por ellos mismos, cuanto por su bondad, la respetabilidad de sus vidas y la paz del hogar. 
El amor busca los intereses del ser amado, es importante para los padres, debe serlo también para los hijos. Si, por ejemplo, una joven soltera se embaraza, el verdadero amor de los padres hace que se sienta amada, cuando más necesita amor.

De esta manera los padres reflejarán el amor de Dios, aún por sus hijos descarriados.
Para eso, los padres deberán estar libres de “la esclavitud de la opinión pública
para vivir ese amor en libertad. Eso les da una mayor libertad personal
frente al miedo del qué dirán los demás y los da un crecimiento interior tanto a padres como a hijos.

El cristianismo, desde el principio, fue de naturaleza comunitaria.
Jesús nunca tuvo la intención de un enfoque individualista de "hágalo usted mismo" para la salvación.
Por eso manda a los discípulos llenos 
de “confianza gozosa”.
Van con esa esperanza que es esencialmente gozosa por naturaleza.
La esperanza nos hace esperar aún en las  cosas difíciles de alcanzar
y muchas veces lo logramos luego de aferrarnos a la esperanza.
Para eso nos puede ayudar mirando ya sea por la imagen de las “alas de Dios”
o considerando que la redención a través de la muerte de Cristo
es porque nos amó aun cuando éramos pecadores. 
Las Buenas Nuevas y su mensaje no son solo para nosotros.
Dios le recordó a Israel que “toda la tierra es mía”.
También nosotros, como los Apóstoles,
somos enviados con poder para proclamar la bondad de nuestro Dios.


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                 Lectura en Lenguaje Latinoamericano – TOA - XI Domingo Ordinario
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Primera lectura: Ex 19, 2-6ª
En aquellos días, el pueblo de Israel salió de Refidim,
llegó al desierto del Sinaí y acampó frente al monte.
Moisés subió al monte para hablar con Dios. El Señor lo llamó desde el monte y le dijo:
“Esto dirás a la casa de Jacob, esto anunciarás a los hijos de Israel:
‘Ustedes han visto cómo castigué a los egipcios
y de qué manera los he levantado a ustedes sobre alas de águila y los he traído a mí.
Ahora bien, si escuchan mi voz y guardan mi alianza,
serán mi especial tesoro entre todos los pueblos, aunque toda la tierra es mía.
Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada’ ”.

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Salmo Responsorial: Salmo 99, 2. 3. 5

Alabemos a Dios todos los hombres,
sirvamos al Señor con alegría
y con júbilo entremos en su templo.
R.  El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Reconozcamos que el Señor es Dios,
que él fue quien nos hizo y somos suyos,
que somos su pueblo y su rebaño.
R.  El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo,
Porque es eterna su misericordia
y su fidelidad nunca se acaba.
R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.
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Segunda Lectura: Rom 5, 6-11
Hermanos: Cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado,
Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.
Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo,
aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena.
Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros,
cuando aún éramos pecadores.

Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre,
seremos salvados por él del castigo final.
Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo,
con mucho más razón, estando ya reconciliados,
recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo,
por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
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Aclamación antes del Evangelio: Mc 1, 15
R.
Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios está cerca, dice el Señor; arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 9, 36—10, 8
En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
“La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto,
al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar
a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Éstos son los nombres de los doce apóstoles:
el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés;
Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo;
Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo,
y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
“No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos.
Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos.
Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios.
Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
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TOA - Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús - El amor de Dios hecho visible - Mt 11, 25-30

Esta fiesta se regocija en el amor constante de Dios por sus “ovejas”,
como el pastor que atiende a sus rebaños. Jesús va más allá,
con su parábola de la oveja perdida, para mostrar
la búsqueda incansable del Padre por nuestra salvación.
Basada en el “Corazón de Jesús” como símbolo de amor,
la Iglesia promueve fuertemente la devoción a Cristo
como el amor encarnado de Dios.
Un texto clave en San Lucas es sobre Dios Pastor
que, al perder una oveja descarriada,
deja las otras noventa y nueve en el desierto
y va tras la perdida hasta encontrarla.
En el Evangelio de San Juan, Jesús transfiere esta imagen del Pastor a la obra de su propia vida.
Él mismo se convirtió en el Buen Pastor, que dio su vida por las ovejas.
Esta creciente conciencia de que Jesús es la manifestación visible
del amor de Dios en nuestro mundo
llevó gradualmente a un homenaje explícito al Corazón de Jesús
como símbolo del amor de Dios por nosotros.

Los primeros signos claros de un enfoque en el Sagrado Corazón
se ven a principios de la Edad Media, en el fervor del monacato cisterciense.
Pero se convirtió en una devoción popular generalizada en el siglo XVII,
en gran parte debido a la predicación de San Juan Eudes (1602-1680).
Cobró mayor impulso a través de la vidente Margarita María Alacoque
en el convento de la Rue de Bac (París), cuya intensa devoción al Corazón de Jesús
la instó a “repartir los tesoros de su bondad”,
convencida de que Él la había elegido especialmente para esto. trabajar.

Roma rechazó las solicitudes para reconocer oficialmente la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús 
hasta 1765, cuan el papa permitió que la Fiesta del Sagrado Corazón se celebre en Francia.
Un siglo después, el Papa Pío IX extendió la Fiesta a la Iglesia universal,
con énfasis en la necesidad de reparación por los pecados y abusos personales o sociales.
Hoy, la devoción al Sagrado Corazón subraya la centralidad del amor Divino,
animando a todos a confiar en la desbordante benevolencia de Dios hacia el mundo que Él ha creado.

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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano - Solemnidad del Sagrado Corazón - TOA
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Primera lectura: Deut 7, 6-11
En aquel tiempo, habló Moisés al pueblo y le dijo: "Eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios;
Él te ha elegido a ti para que seas pueblo suyo entre todos los pueblos de la tierra.
 

El Señor se ha comprometido contigo y te ha elegido,
no por ser tú el más numeroso de todos los pueblos, 
ya que al contrario, eres el menos numeroso;
más bien te ha elegido por el amor que te tiene
y para cumplir el juramento hecho a tus padres.
Por eso, el Señor, con mano firme,
te sacó de la esclavitud y del poder del faraón, rey de Egipto.
 

Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es el Dios verdadero y fiel.
Él guarda su alianza y su misericordia hasta mil generaciones
para los que lo aman y cumplen sus mandamientos;
pero castiga a quienes lo odian, y los hace perecer sin demora.
 

Guarda, pues, los mandamientos, preceptos y leyes que yo te mando hoy poner en práctica".
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 Salmo Responsorial: Salmo 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10 (17) 

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía,
y no te olvides de sus beneficios.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor perdona tus pecados
y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro
y te colma de amor y de ternura.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor hace justicia
y le da la razón al oprimido.
A Moisés le mostró su bondad
y sus prodigios al pueblo de Israel.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
No nos trata como merecen nuestras culpas,
ni nos paga según nuestros pecados.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
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Segunda lectura:
1 Jn 4, 7-16
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios
y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor.
El amor que Dios nos tiene, se ha manifestado
en que envió al mundo a su Hijo unigénito para que vivamos por él.

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo,
como víctima de expiación por nuestros pecados.

Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros,
Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto.

En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu.
Nosotros hemos visto y de ello damos testimonio,
que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo.
Quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él.

Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor.
Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él.
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Aclamación antes del Evangelio: Mt 11, 29

R. Aleluya, aleluya.
Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor,
y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.
R. Aleluya.
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Evangelio: Mt 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos,
y las has revelado a la gente sencilla!
Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos.
Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí,
todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio.

Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón,
y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera".
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sábado, 10 de junio de 2023

TOA - 10mo Domingo - Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo - La Mesa de la Amistad

Dt 8,2-3.14b-16ª: Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres.
Salmo responsorial 147: Glorifica al Señor, Jerusalén.
1Cor 10,16-17: El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo.
Jn 6,51-58: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
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Sentarse juntos para una comida
puede generar un sentimiento especial de unión.
Cada uno de nosotros tendrá sus propios recuerdos
de compañía o compañerismo en la mesa.
Muchos de estos serán experiencias felices de celebración y risas,
de amor recibido y compartido.

Algunos recuerdos de la comunión en la mesa pueden ser tristes,
cuando somos más conscientes de alguien que está ausente
que de los que están presentes.
Jesús compartió mesa muchas veces con sus discípulos.
Es probable que, al compartir comida con sus discípulos,
también compartiera con ellos su visión del reino de Dios.

En la mesa, los discípulos bebieron algo de la mente, el corazón y el espíritu de Jesús.
De todas las comidas que compartió con ellos, la comida que permaneció en su memoria
más que ninguna otra fue su última comida juntos, lo que se conoció como la última cena.
El evangelio de hoy nos da el relato de Marcos, su cuadro de palabras, de esa última cena.

Esta última comida que Jesús compartió con sus discípulos
se destacó en su memoria, capturando la imaginación
de generaciones de discípulos hasta nosotros mismos.
Hizo más que compartir su visión con los discípulos;
se los dio de una forma que nunca antes había hecho,
y de una manera que anticipaba la muerte,
moriría por ellos y por todos, al día siguiente.
Al entregarse en forma de pan y vino de la comida,
se declaraba a sí mismo como su comida y bebida.
Al pedirles que tomaran y comieran, que tomaran y bebieran,
les estaba pidiendo que se pusieran de pie con él,
que se entreguen a él como él se estaba entregando a ellos.

Fue a causa de esa cena y de lo que sucedió allí que estamos aquí en esta iglesia hoy.
Jesús pretendía que su última cena fuera un comienzo más que un fin.
Fue la primera Eucaristía.
Desde esa comida, la iglesia se ha reunido regularmente en su nombre,
para hacer y decir lo que hizo y dijo en la última cena: tomar pan y vino,
bendecir a ambos, partir el pan y dar ambos para que los discípulos coman y beban.

Jesús continúa entregándose como comida y bebida a sus seguidores.
También continúa exponiendo a sus seguidores que tomen su posición con él,
que tomen todo lo que defiende, viviendo según sus valores,
caminando en su camino, incluso si eso significa la cruz.
Cada vez que venimos a misa y recibimos la Eucaristía,
estamos haciendo una serie de declaraciones importantes.
Reconocemos a Jesús como nuestro pan de vida,
como el único que puede satisfacer nuestras ansias más profundas.

También estamos declarando que echaremos nuestra suerte con él, por así decirlo,
que seguiremos su camino y seremos fieles a él toda nuestra vida,
en respuesta a su fidelidad hacia nosotros.
En ese sentido, celebrar la Eucaristía no es algo que hagamos a la ligera.
Nuestra familiaridad con la Misa y la frecuencia con la que la celebramos
pueden opacar nuestros sentidos al pleno significado de lo que estamos haciendo.
Cada vez que nos reunimos para la Eucaristía,
nos encontramos una vez más en ese aposento alto con los primeros discípulos,
y la última cena con todo lo que significa está presente nuevamente para nosotros.

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Lecturas para la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi)

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Primera lectura: Deut 8, 2-3. 14-16.
En aquel tiempo, habló Moisés al pueblo y le dijo:
"Recuerda el camino que el Señor, tu Dios,
te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto,
para afligirte, para ponerte a prueba
y conocer si ibas a guardar sus mandamientos o no.

Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná,
que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre,
sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.

No sea que te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto y de la esclavitud;
que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, lleno de serpientes y alacranes;
que en una tierra árida hizo brotar para ti agua de la roca más dura,
y que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres".

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Salmo Responsorial: Salmo 147, 12-13. 14-15. 19-20 (12ª)

Glorifica al Señor, Jerusalén;
a Dios ríndele honores, Israel.
El refuerza el cerrojo de tus puertas
y bendice a tus hijos en tu casa.
R. Bendito sea el Señor.

El mantiene la paz en tus fronteras,
con su trigo mejor sacia tu hambre.
El envía a la tierra su mensaje
y su palabra corre velozmente.
R. Bendito sea el Señor.

Le muestra a Jacob sus pensamientos.
sus normas y designios a Israel.
No ha hecho nada igual con ningún pueblo
ni le ha confiado a otro sus proyectos.
R. Bendito sea el Señor.
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Segunda lectura: 1 Co 10, 16-17
Hermanos: El cáliz de la bendición con el que damos gracias,
¿no nos une a Cristo por medio de su sangre?
Y el pan que partimos, ¿no nos une a Cristo por medio de su cuerpo?
El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos,
formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan.
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Aclamación antes del Evangelio: Jn 6, 51

R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor;
el que coma de este pan vivirá para siempre.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 6, 51-58.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida".


Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"

Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre
y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él.
Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él,
así también el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron.
El que come de este pan vivirá para siempre".

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ORACIÓN 

Señor Jesús, que partiste y repartiste 
tu pan, tu vino, tu cuerpo y tu sangre, 
durante toda tu vida, 
y en la víspera de tu muerte 
lo hiciste también simbólicamente.

Te pedimos que cada vez que nosotros 
lo hagamos también "en memoria tuya" 
renovemos nuestra decisión 
de seguir partiendo y repartiendo, 
como tú, en la vida diaria, 
nuestro pan y nuestro vino, 
nuestro cuerpo y nuestra sangre, 
todo lo que somos y poseemos. 

Te lo pedimos a ti, que nos diste ejemplo 
para que nosotros hagamos lo mismo. 

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Mi Cuerpo es Comida

Mis manos, esas manos y Tus manos 
hacemos este Gesto, compartida 
la mesa y el destino, como hermanos.

Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.  

Unidos en el pan los muchos granos, 
iremos aprendiendo a ser la unida 
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.  

Comiéndote sabremos ser comida, 
El vino de sus venas nos provoca. 

El pan que ellos no tienen nos convoca 
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria, 
marchamos hacia el Reino haciendo Historia, 
fraterna y subversiva Eucaristía. 
(Pedro Casaldáliga)

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Reflexión Alternativa - Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi)
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Hoy proclamamos a Jesús, Pan de vida, el que sacia nuestro hambre en nuestros desiertos, nos da en su cuerpo el maná verdadero, regalo de su Padre para la humanidad. Todos los demás panes (dinero, sexo, consumismo, fama, el poder...) no saciarán nunca en plenitud la hambre del corazón humano, en cambio nos dejan con más hambre. 

La palabra y los gestos de Jesús, su propuesta de Reino y su Alianza con nosotros nos abre un mundo solidario y lleno de posibilidades para compartir y donde nadie pase necesidad. 

Antes de entrar a la tierra prometida, Moisés da al pueblo tres grandes y solemnes discursos registrados en el Deuteronomio, lo que algunos llaman el "testamento de Moisés", por sus últimas palabras, llenas de unción y de una espiritualidad profunda. 

Moisés invoca el pasado para dar sentido al presente de cada generación. Al decir "recuerda" nos dice que recordar es hacer memoria, conectarse con el pasado glorioso, ser parte de la historia de fe, o de la salvación. Dios se hace presente en la historia de este pueblo y ha estado presente en todos sus momentos alegres y tristes, nunca los ha abandonado. Las pruebas sufridas en el desierto (que simboliza la fe pura) fueron necesarias para madurar, para confiar, para vivir solo de Yahvé, sin apoyos humanos. El hambre, los confronta con su necesidad básica y los prepara para descubrir su fe, su confianza en el Dios que los sacia plenamente. Más tarde, cuando se hicieron prósperos y consumistas el pueblo se olvidó de Yahveh. La hablarles, Moisés les recuerda que: "no sólo de pan vive el ser humano sino de cuanto sale de la boca de Dios", y ya desde entonces el ayuno toma su sentido profundo. Mateo retoma este verso en las tentaciones de Jesús. 

Pablo advierte sobre los peligros de una comunidad dividida. Abre el verdadero sentido comunitario de la Eucaristía y les da algunas aplicaciones prácticas para gozarla. Afirma que el Cáliz, el Pan...debe "unirnos" a todos, en la sangre, en el cuerpo de Cristo. En Espíritu y en verdad, todos estamos unidos en la Eucaristía en el cuerpo y la sangre de Cristo, estamos en comunión (común - unión) entre todos y con Él. Bebiendo el Cáliz, comiendo el Pan, damos el verdadero sentido a la fe comprometida por la unidad, la fraternidad, el amor, la solidaridad, la entrega, a los hermanos y hermanas en Cristo. Si no hay unidad, nuestras Eucaristías son vacías de sentido, se hacen un mero rito religioso personalista. Pablo nunca enseñó a su comunidad a celebrarla de ese modo. El Apóstol les “recuerda” que "aunque nosotros somos muchos, el Pan es uno", pero que al comulgar "nos hacemos un solo cuerpo". La unidad en la universalidad, tiene una gran actualidad. Este “cuerpo unido" expresa la dimensión sacramental de la Iglesia que en la diversidad de razas y culturas hace visible al Cristo total. 

En el capítulo 6, San Juan expone su "discurso eucarístico". La expresión"vivirá para siempre", está presente al comienzo y al final de los versos 51-59 que usamos como la lectura Dominical. Jesús se auto-revela al decir: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo". Antes los judíos no entendieron, tampoco muchos de nosotros lo hacemos hoy. Es necesario tener fe para entender este gran misterio. Aún explicado por el mismo Jesús, sin fe es imposible captar el sentido de sus palabras y su alcance para nuestras vidas. Solo desde la fe, podemos afirmar en verdad que Jesús es el Pan de Vida, el que ha venido de arriba, desde Dios, a este mundo limitado e insaciable, para saciar las hambrunas profundas del corazón humano. Sacia nuestras insatisfacciones; el cansancio de la vida, el sin sentido, los anhelos del corazón. En este Pan de vida nos da un remedio saludable. Cambia el lugar de nuestras soledades y aislamientos en habitación de comunión de vida. El creyente ya no vive para sí mismo, es consagrado, poseído por una presencia que lo transforma y le hace eterno y le da sentido pleno a su existencia. Este Evangelio relaciona esta comida especial, única y sin precedentes, con el sacrificio de Jesús: En ella comemos su cuerpo, bebemos su sangre. Al comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo no solo lo recibimos, nos identificamos, nos unimos, y sobre todo nos capacitamos para dar, ofrecer, entregar una vida digna, semejante a aquel a quien comulgamos. 

domingo, 4 de junio de 2023

TOA - IX Domingo - Fiesta de la Santísima Trinidad -La plenitud del amor -Jn 3, 16-18

Gran parte del debate en el siglo XX se centró
en el pensamiento de tres figuras destacadas,
Charles Darwin, Sigmund Freud y Karl Marx.
La teoría de la evolución de Charles Darwin fue recibida con burla
por las iglesias establecidas, y tuvo que luchar duro por su reconocimiento.
Sigmund Freud abrió el universo de las actitudes inconscientes
y todo lo remitía al pasado de la persona.
Las teorías socialistas de Karl Marx llegaron a dominar la mitad del planeta
e influyeron mucho en la otra mitad.
De los tres, solo Darwin y su teoría de la evolución permanecen intactos.
Lo que pasó en el Bloque del Este ha desacreditado mucho a Marx.
Las teorías Freudianas, hoy son cada vez más criticadas como incompletas.

La Santísima Trinidad, cuya fiesta celebramos hoy,
está fuera del alcance del tiempo
y del entendimiento del razonamiento humano.
Es un misterio de nuestra fe.
Solo podemos hurgar en la oscuridad en busca de destellos de luz.

"Dos es compañía, tres es multitud" es una expresión popular.
El evangelio lo define y describe de otra manera.
Allí, la figura tres simboliza la integridad y la simetría perfecta,
y reaparece en todos los momentos clave de la historia de Cristo.
Su vida misma reflejaba constantemente la Trinidad.
Tres figuras conforman el belén de Belén:
la Sagrada Familia de Jesús, María y José.
Sus primeros visitantes fueron los tres reyes magos.
Más tarde, en el desierto preparándose para comenzar su vida pública, Jesús fue tentado tres veces por el diablo.

Una buena historia debe tener un comienzo, un medio y un final.
Cristo fue un narrador de historias por excelencia
y tres figuras prominentes en sus parábolas.
El hijo pródigo se trata de un padre y sus dos hijos;
el buen samaritano cuenta el comportamiento de tres transeúntes, el sacerdote, el levita y el samaritano;
El sembrador sembró su semilla en tres tipos diferentes de terreno,
produciendo tres niveles diferentes de cosecha.

El final de su vida, como principio, vuelve a tener los tres motivos.
Durante su Pasión, Pedro lo negó tres veces.
En el camino al Calvario, se cayó tres veces.
La escena de la crucifixión tiene tres figuras, Cristo entre dos ladrones.
Antes de su resurrección, pasó tres días en la tumba.

 Dios es amor. Su acción es entrega y donación libre y misericordiosa.
Hay tres personas en la Trinidad, el Padre el Hijo y el Espíritu Santo.
Juntos representan la plenitud del amor.
El Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre.
El Espíritu Santo es su amor mutuo.
Estamos hechos a imagen de un Dios trino.
Dios el Padre, quien nos creó, su Hijo que nos salvó
y el Espíritu Santo que continúa guiándonos.
Nuestras vidas deberían reflejar la Trinidad.
Siempre debemos ser creativos como el Padre, compasivos como su Hijo
y disponer de nuestros talentos al servicio de otros como el Espíritu Santo.

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Lectura Bíblica en lenguaje Latinoamericano - Solemnidad de la Santísima Trinidad
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Primera lectura: Ex 34, 4b-6. 8-9
En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí,
llevando en la mano las dos tablas de piedra, como le había mandado el Señor.
El Señor descendió en una nube y se le hizo presente.

Moisés pronunció entonces el nombre del Señor,
y el Señor, pasando delante de él, proclamó:
"Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel".

 Al instante, Moisés se postró en tierra y lo adoró, diciendo:
"Si de veras he hallado gracia a tus ojos, dígnate venir ahora con nosotros,
aunque este pueblo sea de cabeza dura; perdona nuestras iniquidades y pecados,
y tómanos como cosa tuya".
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Salmo Responsorial: Daniel 3, 52. 53. 54. 55. 56 (52b)

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres:
Bendito tu nombre santo y glorioso.
R. Bendito seas, Señor, para siempre.

Bendito seas en el templo santo y glorioso.
Bendito seas en el trono de tu reino.
R. Bendito seas, Señor, para siempre.

Bendito eres tú, Señor,
que penetras con tu mirada los abismos
y te sientas en un trono rodeado de querubines.
Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito seas, Señor, para siempre.
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Segunda Lectura: 2 Co 13, 11-13
Hermanos: Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente,
vivan en paz y armonía. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes.
Salúdense los unos a los otros con el saludo de paz.
Los saludan todos los fieles.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.
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Aclamación antes del Evangelio: Cfr. Apoc. 1, 8
R. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá.
R. Aleluya.
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Evangelio: Jn 3, 16-18
"Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga la vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salvara por él.
El que cree en él no será condenado;
pero el que no cree ya está condenado,
por no haber creído en el Hijo único de Dios".


Ga 4, 6
Como son hijos, Dios envió a sus corazones
al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá! Padre.