sábado, 14 de enero de 2023

TOA - 1er. Domingo - Fiesta del Bautismo del Señor - Mt 3, 13–17

Leamos:
Is 42,1-4.6-7: Miren a mi siervo, a quien prefiero
Salmo responsorial 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hch 10,34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo
Mt 3,13-17: Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu de Dios se posaba sobre él.

Primera lectura: Is 42, 1-4. 6-7

Esto dice el Señor: “Miren a mi siervo, a quien sostengo,
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones.

No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra
y hasta que las islas escuchen su enseñanza.

Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación,
te llamé, te tomé de la mano, te he formado
y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión
y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.


Salmo Responsorial: Salmo 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10 (11b)
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor, denle la gloria que merece.
Postrados en su templo santo, alabemos al Señor.
R. Te alabamos, Señor.

La voz del Señor se deja oír sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es imponente. 
R. Te alabamos, Señor.

El Dios de majestad hizo sonar el trueno de su voz.
El Señor se manifestó sobre las aguas desde su trono eterno.
R. Te alabamos, Señor.

Segunda lectura: Hch 10, 34-38
En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. Él envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.

Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.

Aclamación antes del Evangelio: Mc 9, 7
R. Aleluya, aleluya.
Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
R. Aleluya.

Evangelio: Mt 3, 13-17
En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo.

Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
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Reflexionemos:
Luego de estos días de alegría y mucha energía del Adviento y la Navidad, comenzamos de nuevo el tiempo ordinario. Comenzamos el desafío de ser personas extraordinarias en medio de las cosas ordinarias. Nos toca continuar siendo el reflejo constante de la luz de todas las luces: Jesucristo Emmanuel. Como comunidad de creyentes celebramos en nuestra liturgia el bautismo de Jesús. Renovamos también nuestro bautismo y pertenencia a su proyecto de vida. El bautismo de Jesús es un momento de gracia especial en nuestra historia de salvación. No sólo se une a nosotros en nuestro estado pecaminoso, sino que el Padre y el Espíritu se ven, se oyen y están presentes allí, con él.

El profeta Isaías, describe la actitud del siervo de Dios. Los servidores de Yahvé son llamados y fortalecidos por el Espíritu y se les da la misión de hacer presente la actitud que Yahvé tiene para con la humanidad; ser promotores de justicia para todos y anunciar la fuerza que saca al ser humano de la debilidad. 

En los Hechos de los Apóstoles, Lucas afirma que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, está abierto para todas las razas y pueblos, sin excepción. Cada uno de nosotros necesita encontrar un sentido, propósito y modelo para nuestra vida cristiana.
Por eso, para ser parte de la obra salvífica de Dios debemos: 
a) Cambiar nuestras actitudes y prácticas de vida. 
b) Respetar más a Dios y practicar su justicia y no la nuestra. 
c) Abrirnos a la acción de Dios y abandonar todo egoísmo. 
d) Ir en total libertad al encuentro del otro, porque en ese encuentro siempre se manifiesta Dios.
e) Al estilo de Jesús, debo pasar por la vida “haciendo el bien”, despojado de todo interés egoísta, cambiando constantemente para poder ser testigo de la salvación.

Mateo identifica al verdadero bautizado: Es el obediente a la voluntad del Padre. Cuando Jesús habla con Juan sobre “La justicia plena” se refiere a que el bautismo nos debe llevar a la justicia de Dios a su plenitud, tal y como lo hizo Jesús con sus actitudes y comportamientos, siempre haciendo la voluntad de Dios. Esta seguridad muestra la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre.

La obediencia y apertura de Jesús a la acción de Dios afirma su condición de hijo, Jesús es hijo porque obedece y se identifica con el Padre, se hace uno con él. Esta identidad de Jesús de ser Hijo del Padre-Dios se re-afirma cuando: el cielo se abre, desciende el Espíritu y la voz de Dios lo llama su Hijo predilecto. Jesús es hijo al modo del siervo sufriente descrito en Isaías (Is 42,1). Este hijo obediente se mete en nuestra historia y participa en todo de la realidad humana.

En nuestro tiempo, el renovar nuestro bautismo provoca y lleva a abrirnos más a la voluntad de Dios; nos lleva a asumir, como modo normal de vida, el ser hijos de Dios, identificarnos en todo con el Padre y procurar hacer presente con nuestras vidas la justicia y el amor de Dios.

Muchos hemos limitado el bautismo al mero rito religioso, desligándolo de la vida y experiencia de fe de la persona creyente. Hemos olvidado que el bautismo es central y fundamental para el cristiano, porque evoca la vida, la muerte y la resurrección de Cristo y nuestra participación en este misterio.

Hoy como bautizados debemos dar testimonio que Dios actúa en mi vida; me ayuda a vivir en medio de la comunidad promoviendo la solidaridad y la justicia con los más débiles. En ellos actúa Dios, con ellos y por ellos nos salva y libera también a nosotros, nos da la fuerza para vencer al pecado y vivir liberados por Dios. El bautismo debe volver a ser, la entrega generosa a Dios y a los hermanos a ejemplo del mismo Cristo, vivir la vida haciendo siempre el bien.
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Oremos:
Dios Padre nuestro,
que en el bautismo de Jesús lo has proclamado como tu “Hijo muy amado, el predilecto”;
te suplicamos nos cobijes bajo su nombre y nos concedas
conformarnos cada día más cercanamente a su imagen,
haciendo nuestra su Causa
y prosiguiendo su misión de ser “luz de las naciones”
y de “implantar el Derecho en la tierra”.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor…

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